Los elementos más comunes en las moléculas orgánicas, carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, azufre y fósforo, sólo están disponibles en el ecosistema en cantidades limitadas. Por lo tanto, estos nutrientes deben reciclarse a través de componentes bióticos y abióticos del ecosistema, en procesos generalmente llamados ciclos biogeoquímicos.
La materia que que forma los organismos vivos, como el agua, el carbono, el nitrógeno, el azufre y el fósforo, existe en cantidades limitadas dentro del ecosistema y debe conservarse y reciclarse. Esta materia puede tomar una variedad de formas químicas y pasar largos períodos de tiempo en la atmósfera, en o debajo de la tierra, y en ambientes acuáticos. Un componente clave en la desintegración y reciclaje de nutrientes en el ecosistema es la descomposición, que está influenciada por la temperatura, la humedad y la disponibilidad de nutrientes. Por ejemplo, el material orgánico se descompone mucho más rápido en las selvas tropicales en comparación con los ambientes templados, que tienen temperaturas más bajas y climas más estacionales.
Las actividades humanas también pueden desempeñar un papel importante en la alteración del equilibrio de los ciclos biogeoquímicos. Por ejemplo, en 2011, el lago Erie experimentó la mayor floración dañina de algas en su historia registrada. Esto fue el resultado de la adición agrícola de fósforo durante muchos años, junto con los cambios en los patrones climáticos locales. Los niveles excesivos de nutrientes, llamados eutrofización, promovieron el crecimiento de dos especies tóxicas de cianobacterias, Microcystis y Anabaena.
Del capítulo 27:
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